Tiene el mayor sistema de cuevas y termales del mundo. Es la novena ciudad más bella del planeta.
En dos palabras: ‘hermosa’ y ‘fascinante’. Budapest son dos ciudades en una, Buda y Pest, separadas y unidas por el fantástico Danubio.
Tanto la ciudad como el país, Hungría, vivieron en el siglo pasado períodos de mucha turbulencia de los que salieron airosos gracias a la valentía y espíritu de lucha de sus habitantes: derrumbamiento del imperio austro-húngaro, Primera Guerra Mundial con la pérdida del 70 por ciento del territorio, Segunda Guerra Mundial con las atrocidades nazis contra los judíos de Budapest, república comunista de inflexible dictadura.
Vendría la Revolución de 1956 contra el Pacto de Varsovia y la ejecución de Imre Nagy, héroe nacional húngaro, revolución que preludiaría el derrumbamiento definitivo de la Unión Soviética en 1991. Hoy, Hungría y su hermosísima capital, Budapest, se encuentran en la avanzada europea de la cultura y del progreso.
Budapest posee el mayor sistema de cuevas y manantiales termales del mundo que se traducen en numerosos baños públicos y piscinas, 80 en total. Los Baños Szechenyi son visitados incluso en invierno debido a la temperatura de sus aguas.
Otros baños famosos son Lukacs, Kiray y Rudas y el espectacular baño interior Gellert, que se encuentra en la colina del castillo y cuyo decorado en mármoles y mosaicos es obra de la famosa escuela de arte llamada la Secesión. Deliberadamente comencé mi recorrido de Budapest por sus baños y termales porque son únicos en toda Europa.
¿Cuántas veces crucé de un lado al otro los famosos puentes de la ciudad? El más famoso es el de Las Cadenas, cuya entrada es guardada por dos enormes leones marmóreos. Se cuenta que el escultor, al ser criticado porque no se ven las lenguas de los felinos, se suicidó lanzándose al Danubio.
Otro de los puentes es el llamado Erzsebet, o sea Isabel, en honor de la inolvidable ‘Sissi’, esposa de Francisco José, adorada por los húngaros pues limó las asperezas entre los dos reinos de la monarquía dual.
La ciudad acumula superlativos: además de los baños y termales, el parlamento es el tercero más grande del mundo, y Budapest es la novena ciudad más bella del planeta. ¿Qué más puede desear una ciudad que posee tres patrimonios de la humanidad?: el barrio de Buda, donde está el palacio real; el monumento a los héroes y la avenida Andrassy.
Cruzo el Puente de las Cadenas y entro a la calle Jozsef Attila. Attila fue un poeta de vida muy atormentada y que murió muy joven, a la edad de 32 años, atropellado por un tren o suicidado según otros. Es uno de los más grandes poetas húngaros. La calle Attila me lleva a la venida Andrassy, la recorro en toda su extensión.
Voy en busca de los recuerdos de dos grandes músicos húngaros: Franz (Ferenc en magyar) Liszt y Zoltán Kodály. Sus casas museos conservan recuerdos de los compositores: los pianos, la mesa de trabajo, los enseres.
Más arriba paso por la embajada de Colombia y llego al Monumento a los Héroes, soberbio hemiciclo con estatuas de los grandes próceres y estadistas del país.
En el centro se yergue una columna dórica rematada por la estatua del arcángel Gabriel que sostiene en la mano la corona de San Esteban y la cruz apostólica símbolos de la conversión de Hungría al cristianismo.
En esta plaza se encuentra el palacio de Bellas Artes, que se asemeja a un templo griego octástilo.
De regreso me desvío para visitar la basílica de San Esteban (István en magyar), patrono de Hungría. Este rey santo fue bisnieto de Arpad, el fundador del reino, y fue coronado en el año 1.000
El campanario de la monumental basílica que se ve desde toda la ciudad es obra de Miklos Ybl, el arquitecto más destacado del siglo XIX y que también construyó el Teatro de la Ópera. Subo al campanario y gozo del espectáculo en redondo de toda la ciudad.
Del otro lado del río se levanta, presidiendo toda la ciudad que se encuentra a sus pies, la colina de Buda con el Palacio Real y el templo de Matías. El palacio es inmenso y fue reconstruido después de la Segunda Guerra Mundial.
Una soberbia escalinata lleva a la colina en cuya parte alta se encuentra el monumento al ave Turul, enorme águila símbolo del país, mensajera entre los dioses y los humanos y guardiana del orden del universo.
Al lado del Palacio está la iglesia Matías, que lleva el nombre del rey Matías Corvino que la embelleció. La iglesia como el palacio se ven desde toda la planicie sobre la que está la ciudad y es una preciosidad del neogótico.
Ahora me dirijo al sector del Parlamento, situado al lado del río y cuya imponente y gótica estampa se refleja en las aguas y proporciona a los visitantes una magnífica vista tanto de día como de noche cuando el iluminado edificio se proyecta sobre el río.
Le doy la vuelta completa y mi cámara se “recalienta” fotografiándolo. Los alrededores del parlamento son un amasijo de palacios y museos. De estos Budapest posee 223, entre museos y galerías.
Budapest respira arte por todos sus rincones. Cerca me detengo en el monumento a las víctimas del holocausto judío. Con el corazón sobrecogido de respeto y emoción leo los muchísimos mensajes que la gente allí ha dejado. “A mi madre, asesinada en Auschwitz”, dice uno y añade la foto de la víctima.
Hay fotos de niños, abuelos, tíos, de parientes, de amigos, víctimas de la barbarie nazi, con los correspondientes textos.
Navego el río, visito la preciosa isla Margarita, recorro la Vaci, que es la calle ‘chic’ de la ciudad, visito el museo judío y el de Bellas Artes, entro a rezar en la iglesia de Santa Ana, que es una preciosidad del Barroco, visito la gran sinagoga y la iglesia luterana, cruzo una y otra vez los puentes y me detengo a mirar los barquitos sobre el río, le dedico largo rato a la contemplación del palacio Gresham, hijo del arte de la Secesión, recorro emocionado Budapest maravillándome en cada rincón. Confieso que he gozado de una de las más bellas ciudades del mundo.
Si usted va
- No se necesita visa.
- Desde Madrid hay vuelos directos.
- La seguridad es total.
- La ciudad no es cara. Un euro son 324 florines, pero se debe consultar primero, pues hay restaurantes y almacenes que cotizan el euro incluso a 270 florines.
- Excelente transporte público. Lo conductores particulares son muy respetuosos con los peatones.
Por: Texto Andrés Hurtado García